Era cerca del medio día, entre cantos y palmas se divertían esperando ansiosamente quizás su primera o única comida del día.
A su corta edad la vida les lleva por callejones sin salidas, por estrechos trillos de barro por donde juegan, corren y encuentran el camino a sus casas, o mejor dicho a los lugares donde viven… entre latas que quizás forman un solo recinto donde se puede ver una plantilla de cocina, una refri, algún mueble y un par de colchones donde habitan con más de unos 5 miembros de sus familias.
Por diversas situaciones que nos nos compete juzgar han tenido que nacer, crecer o llegar a vivir ahí en Barrio Santa Rita, en el precario conocido como «El Infiernillo», de Alajuela, donde la miseria, la venta de droga, las balaceras, la amenza de ojos ante sus cuerpitos, los días sin comer les arrebata la infancia.
Más el brillo de sus ojos y la sonrisa ante un plato de comida o el recibir a manos llenas galletas y paquetes de fresco, hace que la alegría brille en sus rostros.
Así fue al caer la tarde y bajo la lluvia pudimos compartir con tantos niños y familias que nos recibieron en medio de su pobreza pero con la grandesa de espíritu ante la necesidad.
Y es gracias a la ayuda de diferentes empresas que nos permite poder llegar a esta y más población necesitada de manos que brinden un poco de ayuda.