Celebremos la fiesta de la Divina Misericordia

Este domingo 28 de abril, nos uniremos a la Parroquia de Cristo Rey en celebración a  la fiesta de la Divina Misericordia.

Desde las 9 a.m. inicairemos con la celebración de la Santa Misa, a las 2 p.m. tarde de oración  y alabanza, a las 3 p.m. el rezo de la Coronilla a la Divina Misericordia y a las 5 p.m concluyendo con la Santa Misa.

En el 2002, Juan Pablo II estableció que el “Domingo de la Misericordia Divina” se enriquezca con indulgencias, con las que se pueden beneficiar también los enfermos, navegantes de altamar o aquellos que por causa justa no puedan abandonar su casa o desempeñen una actividad impostergable. Ese mismo año, el Santo Padre viajó a Cracovia (Polonia) y en el Santuario de la Misericordia Divina consagró el mundo a Jesús de la Divina Misericordia.

“Dios, Padre misericordioso, que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo, Consolador, te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre”, fueron algunas de las palabras de su oración.

La providencia unió los caminos de San Juan Pablo II y Santa Faustina

En 1938, cuando el joven de 18 años, Karol Wojtyla, llegó a Cracovia para estudiar en la Universidad Jagiellonica, Sor Faustina ya tenía 33 años y vivía en un convento de la ciudad. La Santa falleció el 5 de octubre de aquel año, justo cuando el que sería Papa 40 años después empezaba el primer curso de filología polaca. Sobre Santa Faustina el Cardenal emérito Stanislao Dziwisz dijo:

“Santa Faustina era una monja extraordinaria, no tuvo educación, sin embargo, Cristo la llamó y le confió la misión de llevar el mensaje de la Divina Misericordia a todo el mundo. Es útil recordar sus palabras: ‘La humanidad no encontrará ni paz ni tranquilidad hasta que no se vuelva con confianza a Mi Divina Misericordia’ (…) Tal vez algún día la devoción a la misericordia divina se vuelva realidad, para que así podamos vivir en paz, tanto en Europa como en el mundo”, dijo el purpurado.

San Juan Pablo II, Santa Faustina: testimonios de la Divina Misericordia

San Juan Pablo II murió el 2 de abril de 2005, la noche previa al Domingo de la Divina Misericordia de aquel año.

El Papa Benedicto XVI beatificó a Juan Pablo II el 1 de mayo de 2011, en el segundo domingo de Pascua, y el Papa Francisco lo canonizó el 27 de abril de 2014, también Fiesta de la Misericordia.

La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje:

Dios es Misericordioso y nos ama a todos … «y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia»(Diario, 723).

El Papa Francisco alentó a seguir el ejemplo del Papa San Juan Pablo II y de Santa Faustina Kowalska, a quienes se refirió como “luminosos testimonios” de la Divina Misericordia y recordó algunas palabras del Papa Wojtyla escritas en su encíclica encíclica Dives in misericordia:

“Jesús, sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la «condición humana» histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral”.

Y citando a Santa Faustina Kowalska, Francisco dijo que en su diario anotó la siguiente exhortación que le hizo el mismo Señor Jesús: “Hija mía, observa mi corazón misericordioso y reproduce en tu corazón y en tus acciones su piedad, de modo que tú misma, proclames en el mundo mi misericordia inflamándola”.

San Oscar Romero: “Misericordia expresión más acabada del amor”

Mons. Oscar Romero, el 11 de junio de 1978 en su homilía, recordaba que la Misericordia es la expresión más acabada del amor. “El amor que se entrega, que es lástima, que es perdón, que es comprensión, que es justicia, que es entenderse con todos. Misericordia quiere decir, dijo, no el orgullo de los fariseos que desprecian a los marginados, sino la acogida del Dios que siendo riquísimo ha venido a buscar a los pobres; a quienes no quieren sentarse a comer con ellos. Misericordia es la bondad expresada en hechos, no en palabras”.

El significado de la misericordia, dijo el prelado, cada uno de los cristianos lo comprende mejor, “porque todos creo que hemos tenido algún pequeño acto de misericordia para otros, y sobre todo, hemos sido objeto de misericordia: Si Dios nos hubiera tenido misericordia cuando caímos en tantas culpas, dónde estuviéramos… Si Dios no tuviera misericordia de perdonamos antes de morir, adónde iríamos. Y tal vez en la relación humana, hemos tenido muchos gestos de misericordia dados por nosotros, o recibidos también por nosotros. Dichoso aquél que puede contar en su vida muchos actos de misericordia. ¡Eso es lo que quiere Dios!”

Fuente Vatican News